¿Cómo hice para dejar de procrastinar y convertir este hábito en parte de mi proceso creativo?

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cómo dejar de procrastinar

Sé que sufrís de procrastinación y que ya no sabés qué método aplicar para organizarte y por fin abordar tu proceso creativo sin interrupciones de ningún tipo. No des más vueltas, aquí te cuento cómo lo hice yo.

¿Procrastinar es bueno o es malo? Eso es lo primero que tenés que definir. 

Es malo en tanto funciona como una traba y no te deja avanzar. Pero al mismo tiempo es bueno, en tanto te permite darte esos descansos o distracciones necesarias como para retomar con más energía.

El punto es que identifiques si es un descanso, es una alerta o es un gran problema. 

La procrastinación es un síndrome silencioso que recién notamos que nos afecta cuando ya tenemos que ocuparnos de los problemas que está causando.

Como todo síndrome, se manifiesta por medio de un conjunto de síntomas. Aun cuando suponemos que se trata de una sola afección: postergarlo todo, en realidad es una combinación de emociones, tales como el miedo, la inseguridad, el desconocimiento sobre un tema y hasta la soberbia a la hora de pedir ayuda.  

Existen muchas formas de tratarlo (y para ello será necesario que recurras a la palabra de un especialista), pero debo decirte que el solo hecho de que ya estés poniendo atención a este asunto, es un gran primer paso. 

Mientras hacés tu propia diligencia, aquí te comparto cómo lo hice yo.

Paso a paso, cómo dejar de procrastinar

Entiendo que estés dudando si realmente procrastinás o no. Primero hacé este ejercicio para reconocer los síntomas:

  1. ¿Tenés muchas cosas para hacer que tendrías que haberlas hecho hace tiempo?
  2. ¿Comprendés que no existe una justificación real del por qué tenés tantos pendientes?
  3. ¿Pensabas que tu retraso no afectaba a nadie pero ahora estás notando que sí?
  4. ¿Sufrís de estrés por hacer muchas cosas al mismo tiempo?
  5. ¿Estás perdiendo dinero, tiempo y estímulo?

Si tu respuesta favorece estos hábitos negativos, es hora de trabajar en ello. Para eso te comparto lo que hice yo:

  • Dejé de verlo como algo negativo: No siempre procrastinar es malo. Cuando notás que estás procrastinando, podés visualizarlo como un llamado a la acción pero no para ponerte a “hacer” sino para descansar y prepararte mejor para el momento de terminar con lo que empezaste.
  • Empecé a “hacer”: A diferencia del punto anterior, cuando noté que estaba demorando la entrega o el término de un proceso entonces me di cuenta que sólo me dedicaba a pensar y pensar. Era el momento de hacer a toda costa.
  • Me amigué con mis errores: “Hacer” es arriesgado, es como tirarse a una pileta sin saber si la temperatura del agua es fría o tibia. Sin embargo, podés confiar en que la temperatura de tu cuerpo se amoldará y todo estará bien. Cuando se trata de crear y llegás al momento de hacer, te tocará -como me tocó a mí- hacerte amiga de los errores, aceptarlos, entenderlos, aprenderlos y volver al ruedo. 
  • Divide y triunfarás: Esto es literal. Cuando tenés mucho por hacer, o eso poco parece una enorme montaña de acciones, separá y aborda en pequeñas porciones, asegurándote de reconocer cuando terminás cada pequeño paso. 
  • Hice un cronograma de acciones: La planificación es la mejor amiga de los procesos creativos. En mi caso, armé uno y miles de cronogramas porque al principio no los respetaba. Poco a poco noté que resultaba más productiva siguiendo un plan.
  • Hice pausas: Como te dije, la procrastinación puede funcionar como una advertencia de que tu mente necesita aire, espacio y tiempo para seguir. Cuando me tomé ese tiempo -que te aseguro que al principio pensaba que era una pérdida- noté finalmente así era mucho más efectiva a la hora de crear.
  • Dedico un lugar y hora para cada acción: En ocasiones, creá los espacios y tiempos definidos para esas acciones y no trates de mantener todo en un mismo lugar. Por ejemplo, en pandemia me acostumbré a que todo fuera online (reuniones, charlas, brainstorming con mi equipo, etc.), luego esto generó aburrimiento y agotamiento. Desde entonces retomé las reuniones presenciales, los paseos por las plazas y las horas de café para escribir. De esa forma, cada lugar y horario tiene reservado un espacio de concentración.
  • Dije adiós a las distracciones: Saqué las tildes azules de WhatsApp y durante las horas de creatividad o escritura apago el teléfono, me alejo de pantallas que me distraigan y hasta mis amigas o familiares saben que no responderé mensajes o emails.
  • Termino, al fin.

Si bien no siempre es fácil seguir estos pasos, y en ocasiones salteo uno que otro, lo importante es que identifico qué me está pasando, me escucho y busco la solución que será acorde a mi personalidad. 

Nunca me obligo -tampoco lo hagas vos- a seguir métodos funcionales para los demás.

Entonces, ¿por qué te comparto mi paso a paso para no procrastinar? Porque yo estuve en tu lugar, mi ciela. Prefiero compartirte mi experiencia a verte procrastinando, sufrirlo y que adoptes un hábito sin siquiera saber que podrías sacarle provecho.

¿Lo sabías?

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