Hacer marketing sin estrategia desgasta a tus copywriters, sabelo

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marketing sin estrategia

En serio. Nos pasa seguido. Nos piden un copy brillante para una campaña sin objetivos claros, sin datos previos, sin saber a quién le hablan ni por qué están publicando lo que publican. Pura intuición. Mucho diseño, cero estrategia.

Y así no se puede. Hacer marketing sin planificación no es marketing. Es jugar a que se está haciendo algo, mientras se tira plata y esfuerzo por la ventana.

¿Para qué me invitan si saben como me pongo?

Quienes hacemos copywriting nos pasa algo particular. Muchas veces, las marcas nos llaman cuando ya está todo decidido: el canal, la bajada, la campaña, el deadline. 

Nos piden que lo “hagamos brillar”. 

Pero nunca nos sentaron a pensar la estrategia. No nos preguntaron si eso tenía sentido. Y la verdad es que un buen copywriter no está para adornar lo que no tiene dirección, está para pensar con criterio y proponer cambios.

Otras veces sí nos convocan para la estrategia, pero después desoyen lo que recomendamos. Nos hacen parte, pero a medias. Dicen que sí, pero actúan como si no.
Y entonces aparecen los clásicos:


– “Eso va a llevar mucho tiempo”
– “Lo tengo que hablar con el cliente”
– “No sé si es el tono de la marca”
– “Nos desviamos del objetivo”
– “No lo veo”
– “Esto ya lo hicimos antes y no funcionó”
– “¿Y si mejor le ponemos un emoji?”

Así, de a poco, el proceso creativo se achica, se recorta, se apaga. El copy ya no piensa, ejecuta. Ya no moldea el mensaje, lo maquilla. Y eso no es trabajar en equipo: eso es tener un proveedor que escribe “lindo” pero sin poder incidir.

Lo que más limita una estrategia no es la falta de ideas. Es la falta de confianza para probar, para iterar, para argumentar, para sostener decisiones.


Un copy con contexto, data y margen para pensar puede levantar una marca entera. Pero si no se lo escucha, se lo termina apagando.

Por eso, cuando finalmente abrimos la boca y nos dan lugar, cambia todo. El mensaje se afila, la marca se ordena y la creatividad deja de ser un fuego artificial para volverse fuego real. De ese que enciende, que convierte, que construye. Porque cuando el copy entra a la conversación desde el principio, deja de ser un accesorio para transformarse en motor. Y eso, sí que se nota.

¿A vos también te pasa?

Si no sabés dónde estás parado, cualquier camino parece bueno

Antes de lanzar campañas, antes de escribir posteos, antes de hacer branding o performance, hay tres preguntas que no se pueden saltear. Nunca.

Primera pregunta: ¿Dónde estamos ahora?

La mayoría de las veces, esta parte incómoda se esquiva. Pero sin diagnóstico, no hay tratamiento. ¿Cuál es tu posicionamiento hoy? ¿Cómo te ven tus clientes? ¿Qué cosas están funcionando y qué no? ¿Quién es realmente tu audiencia y qué busca? Esa información es vital para que cualquier acción futura tenga sentido.

¿Qué querés lograr?

La segunda pregunta tiene que ver con el deseo. Pero no con un “quiero que se vea lindo”, sino con metas reales. ¿Querés generar más tráfico, más ventas, más comunidad, más reconocimiento? Cada uno de esos objetivos requiere estrategias, tiempos y canales distintos. Si no está claro el norte, el barco va a la deriva.

Muchas veces se cree que marketing es publicar por publicar. Spoiler: no. Publicar sin propósito es como hablar sin que nadie escuche. Y eso desgasta. A vos, al equipo y al presupuesto🪦.

¿Cómo vas a llegar?

Tercera pregunta, igual de incómoda: ¿Cuál es el plan? No el “después vemos”. El verdadero plan:

¿Qué canales vas a usar?

¿Qué tipo de contenido vas a producir?

¿Quién lo va a ejecutar, medir y optimizar?

Cuando no hay claridad sobre esto, los equipos se frustran, las agencias trabajan a ciegas y los resultados no llegan. Porque no hay foco. Y sin foco no hay impacto.

No es falta de creatividad, es falta de dirección

La creatividad, sola, no alcanza. Puede llamar la atención, puede emocionar, puede generar likes… pero si no responde a una estrategia más grande, no convierte. No fideliza. No deja huella. Solo se ve bien. Y eso no es suficiente para sostener un negocio.

Lo que convierte la creatividad en resultados es el marco estratégico. Cuando hay objetivos, audiencia definida, canales elegidos y tareas claras, entonces sí: la creatividad se potencia, suma y brilla donde tiene que brillar.

Y sí, a veces pasa: marcas sin estrategia clara que, por azar, timing o pura intuición, hacen algo que funciona. Publican un reel que explota, lanzan una promo que vende, sacan una campaña que pega. 

Pero eso no es estrategia, es suerte. Y la suerte no escala. Lo que no se puede repetir, no sirve como modelo. Porque cuando no sabés por qué algo funcionó, tampoco sabés cómo replicarlo. Y ahí es cuando empieza el síndrome del “hagamos lo mismo que la vez pasada”, sin entender qué variable fue la que realmente movió la aguja. 

Hacer marketing sin estrategia puede darte una victoria fugaz, pero no construye nada a largo plazo. Es como correr con los cordones desatados: podés ganar una carrera, pero no llegás entero a la meta.

Ahora, seamos sincerxs: cuando empezás a aplicar una estrategia congruente, con objetivos claros, voz definida y contenido pensado en serio… no todo explota de entrada. 

No es inmediato. No es lineal. No es mágico. 

Al principio, puede dar la sensación de que no pasa nada. Que el algoritmo no ayuda. Que nadie responde. Que el esfuerzo no se ve. Pero en realidad, estás dejando de disparar al aire para empezar a construir algo que se sostiene. Porque cuando hay estrategia, hay criterio. Y cuando hay criterio, hay coherencia. Y la coherencia, aunque tarde un poco más, pega más fuerte, dura más y vende mejor. El impacto real no llega con likes, llega con decisiones tomadas con cabeza y sostenidas en el tiempo. Ahí empieza el cambio.

Dejá de improvisar. Empezá por la estrategia

No es que esté mal querer hacer campañas disruptivas, virales o visualmente impactantes. Pero antes de eso hay que sentarse a pensar. A diagnosticar. A ordenar. A elegir.

Nos toca decirlo: muchas veces los errores no están en la ejecución, están en la falta de planificación. Y eso no se arregla con un mejor diseño, ni con un redactor estrella, ni con más inversión en pauta.

Se arregla con estrategia. Con dirección. Con objetivos claros. Con equipos que sepan a dónde van.

Por eso, antes de crear, planificá. Antes de comunicar, definí. Antes de invertir, pensá.

Porque el marketing no es magia. Es método. Y no se construye con ideas sueltas, sino con decisiones coherentes.

¿Querés dejar de tirar ideas al aire y empezar a construir estrategias que funcionen? Hablemos. Porque en esta casa, primero se piensa y después se escribe.